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Liderazgo y gobierno en la iglesia local

(Adoptada por el Presbiterio General en sesión el 30 de julio de 2019.)

Introducción

Al enseñar a los corintios acerca de la verdadera naturaleza de la iglesia, el apóstol Pablo afirmó que «nadie puede poner un fundamento diferente del que ya está puesto, que es Jesucristo» (1 Corintios 3:11).1 Cualquier conversación de liderazgo y gobierno en la iglesia local debe comenzar y terminar con esta declaración de la verdad revelada. La iglesia en cada generación debe considerar cómo edificar de la mejor manera sobre el fundamento de Cristo. Esta consideración incluye las maneras mediante las cuales se elige, se capacita y se moviliza el liderazgo, como también las formas y la metodología por las cuales se lleva a cabo su obra y misión encomendadas por Dios.

El liderazgo que se conforma a los requisitos del Nuevo Testamento y se expresa a sí mismo en sintonía con modelos de gobierno adecuados proveerá para la iglesia local una senda de progreso que edificará el reino de Dios y exaltará a Jesucristo, quien es el fundamento de la Iglesia.

Los modelos de gobierno en el Nuevo Testamento sugieren mucha flexibilidad y fluidez. Los modelos de gobierno en la iglesia del primer siglo son descriptivos (lo que fue) y no normativos (lo que debería ser). Las estructuras y los modelos de gobierno en el Nuevo Testamento surgieron como resultado de la obra del Espíritu Santo en la vida de la iglesia del primer siglo. En la medida en que el Espíritu se movía de manera impresionante, los sistemas de organización (el nombramiento de diáconos, ancianos, obispos, etc.) se establecían para mantener y sostener la obra del Espíritu Santo. La forma seguía a la función. La «obra del ministerio» tenía prioridad sobre la «organización» del ministerio.

La iglesia del Nuevo Testamento dio el ejemplo de un modelo de liderazgo compartido y participativo. El apóstol Pablo viajó con un equipo de compañeros de trabajo. Estableció ancianos (plural) en las iglesias que él comenzó. Mantuvo correspondencia con las iglesias que fundó para garantizar la solidez de la doctrina y la práctica adecuada de la vida de fe. Hechos 15 registra las acciones de un cuerpo deliberante para establecer pautas y prácticas aceptadas en la iglesia del primer siglo. Los apóstoles redactaron epístolas y las enviaron como cartas circulares a las iglesias esparcidas a través del mundo conocido de ese entonces. A cada paso, el liderazgo no solo era «profético» y «apostólico», sino también compartido y participativo.

La rendición de cuentas es esencial para que cualquier modelo de gobierno sea efectivo. Ningún ministro es una isla. Ningún ministro debería siquiera pensar que el ministerio fiel puede sostenerse y ser expresado adecuadamente sin los modelos y sistemas apropiados de rendición de cuentas. Es la responsabilidad del ministro proveer el tipo de liderazgo que establecerá una atmósfera y un clima de responsabilidad.

El sacerdocio y profetismo de los creyentes

El ministerio sacerdotal fue una parte significativa de la historia de Israel. Durante el tiempo de los patriarcas, las cabezas de familias y tribus desempeñaban funciones sacerdotales (Génesis 8:20; 26:25). Más tarde, surgió una clase sacerdotal perteneciente a la familia de Aarón. El rol que tenía el sacerdote era el de mediador entre Dios y el pueblo. Como tales, ellos ocupaban un lugar especial y único en la vida del antiguo Israel.

El Nuevo Testamento extiende la función sacerdotal a todos los creyentes (1 Pedro 2:5,9; Apocalipsis 1:5–6). Durante la Reforma, la doctrina del «sacerdocio de todos los creyentes» llegó a ser fundamental para la teología protestante. Esta verdad es el fundamento teológico y bíblico para el gobierno compartido. Dado que todos los creyentes deben servir en un rol sacerdotal, se podría deducir que la pluralidad del liderazgo debería ser la norma. Este entendimiento da credibilidad a la participación congregacional en el gobierno de la iglesia.

Cuando el Espíritu que vino sobre Moisés fue compartido con los setenta ancianos en la tienda de reunión a fin de capacitarlos para asistir en el servicio del pueblo (Números 11:24–30), el Espíritu afectó a dos hombres en el campamento. Ante este acontecimiento, la respuesta de Moisés fue: «¡Cómo quisiera que todo el pueblo del Señor profetizara, y que el Señor pusiera su Espíritu en todos ellos!» (Números 11:29). Esta declaración profética comenzó a cumplirse en el Día de Pentecostés (Hechos 2:1–4) y continúa hasta el día de hoy. El sermón de Pedro en Pentecostés, basado en Joel 2:28–32, afirmó que el Señor había derramado su Espíritu sobre todas las personas, habilitándolas para profetizar (Hechos 2:17–21).

La nomenclatura del Nuevo Testamento para el liderazgo en la iglesia local

Anciano (presbyteros)

La práctica del Nuevo Testamento de nombrar ancianos se remonta por lo menos al tiempo de Moisés (Éxodo 3:16; 4:29; 17:5). Ellos continuaron cumpliendo funciones administrativas hasta los días de los reyes de Israel (Jueces 21:16; Rut 4:2; 1 Samuel 30:26; 2 Samuel 3:17), e incluso durante el período de la cautividad (Jeremías 29:1; Ezequiel 14:1). En el período asmoneo, se encuentra a los ancianos entre el sanedrín incipiente y se los ve como la continuación de los setenta nombrados por Moisés (Números 11:16–17). En los evangelios y los Hechos del Nuevo Testamento, los ancianos están asociados con los escribas y sumos sacerdotes.

La iglesia del primer siglo encontró en el oficio tradicional del anciano un modelo conveniente para el liderazgo en la iglesia. Los ancianos apoyaban a Santiago en su obra pastoral en Jerusalén (Hechos 11:30; 21:17–19) y tenían un rol importante en la toma de decisiones de la iglesia en general (Hechos 15:2). Pedro se dirigió a los ancianos en la primera epístola y parece contarse a sí mismo entre ellos (1 Pedro 5:1). Pablo recalcó la importancia del liderazgo de ancianos en la provincia de Asia al nombrarlos en cada ciudad en la que había sido establecida la iglesia (Hechos 14:23; Tito 1:5).

Sobreveedor u obispo (episkopos)

El término episkopos, «sobreveedor», que se traduce como «obispo», se usa de manera intercambiable con el término «anciano» (compárese con Hechos 20:17 y 20:28; Tito 1:5 y 1:7) y probablemente designa a los líderes de las congregaciones locales. El término «anciano» puede referirse más al título y oficio, y la designación «sobreveedor» a la función y práctica de ese oficio. Al multiplicarse y desarrollarse la iglesia, surgió la necesidad de la supervisión y administración. El término «obispo» paulatinamente se popularizó en los primeros siglos, como el título de aquellos que extendían su liderazgo más allá de los confines locales. Es importante notar que el Nuevo Testamento no enseña una «sucesión» apostólica o la transferencia de autoridad espiritual basada en el privilegio de nacimiento o estatus eclesiástico.

Pastor o maestro (poimen o didaskalos)

En Efesios 4:11, Pablo identifica a los pastores y maestros (un rol) entre los dones de Cristo para la capacitación y edificación de Su cuerpo. El pastor es responsable de la vida de la comunidad de fe, y la enseñanza es un aspecto vital de su oficio. El uso de poimen, pastor, que describe este rol vital en la Iglesia, evoca la imagen de ovejas que necesitan un pastor. Jesús fue y es el Buen Pastor (Juan 10:1–18) y Él da a aquellos con esa misma función pastoral la gracia de alimentar a la congregación local.

La congregación necesita sana doctrina de su «pastor o guía» que los conducirá «a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo» (Efesios 4:13). Tal enseñanza impedirá que sean desviados de la verdad por cualquier falsa enseñanza que aparezca (Efesios 4:14).

El apóstol Pablo, dirigiéndose a los ancianos de la iglesia de Éfeso, a quien él también llamó sobreveedores (Hechos 20:17,28), describió su función como pastorear «el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha puesto como obispos». Encargó a los ancianos que cuidaran cada uno de sí mismo y de la congregación, protegiéndola de las incursiones de aquellos que intentaran desviarla de la verdad del mensaje del evangelio.

Diácono (diakonos)

El término diakonos denota servicio, por ejemplo, servir las mesas. Por definición, el diácono es un «servidor». El apóstol Pablo se refiere a sí mismo como un siervo o un «diácono» (1 Corintios 3:5; Efesios 3:7), una descripción también usada para Jesús (Romanos 15:8–9).

El término «siervo» (diakonos) se usaba comúnmente para describir el liderazgo en la iglesia apostólica (Filipenses 1:1). El sirviente (empleado doméstico) recibía el nombre de diakonos (Mateo 22:13). El apóstol Pablo habló de Timoteo como un buen «ministro» (la palabra es diakonos, 1 Timoteo 4:6). Algunos sugieren que los siete que fueron elegidos para «servir las mesas» en Hechos 6 constituyeron el primer «diaconado». Aunque esos siete tenían una función más amplia, su nombramiento no obstante prefigura lo que se convirtió en una práctica común en la iglesia a través de los siglos. El Nuevo Testamento sí presenta una descripción clara, aunque general, de este oficio en la iglesia.

Requisitos para el liderazgo en la iglesia local

El liderazgo de servicio de Jesús

Jesús personificó y enseñó que el aspecto central del liderazgo en la comunidad cristiana es el servicio. En Juan 13, Jesús demostró la lección al lavar los pies de los discípulos, y concluyó la lección práctica con las siguientes palabras: «Les he puesto el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes. Ciertamente les aseguro que ningún siervo es más que su amo, y ningún mensajero es más que el que lo envió» (Juan 13:15–16).

En otra ocasión, Jesús rechazó el pedido de la madre de los hijos de Zebedeo: que se les diera reconocimiento especial en el Reino. La indignación entre los demás discípulos ante esa petición, motivó a Jesús a enseñar: «El que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de los demás; así como el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:26–28).

Lleno del Espíritu Santo

Cuando la iglesia del primer siglo enfrentó el problema de la distribución equitativa de los alimentos, los apóstoles encontraron a siete hombres «llenos del Espíritu y de sabiduría» (Hechos 6:3). El liderazgo en la iglesia es un llamado espiritual que demanda la plenitud del Espíritu para su realización exitosa. La plenitud del Espíritu será evidente en la expresión de los dones de liderazgo conferidos por el Espíritu para el ministerio (véase Romanos 12; 1 Corintios 12; Efesios 4). El fruto del Espíritu (Gálatas 5:22–23) también crecerá en abundancia en el líder que está lleno del Espíritu Santo.

Listas específicas de requisitos

El apóstol Pablo da requisitos específicos para dos posiciones de liderazgo en la Iglesia: los obispos o sobreveedores y los diáconos. En 1 Timoteo 3:1–7 y Tito 1:5–9, se provee una larga lista de requisitos para los obispos o sobreveedores. Se han escritos volúmenes explicando cada uno de los aspectos específicos de estos requisitos que Pablo enumera, por ende, este ensayo no describirá cada uno en detalle. Sin embargo, es muy instructivo observar el énfasis en el carácter del obispo o sobreveedor y en sus responsabilidades relacionales. Por ejemplo, el obispo «debe ser intachable, esposo de una sola mujer, moderado, sensato, respetable, hospitalario, capaz de enseñar; no debe ser borracho ni pendenciero, ni amigo del dinero, sino amable y apacible» (1 Timoteo 3:2–3). Aunque la fidelidad a la «fe» y la habilidad para comunicar eso a otras personas son requisitos, a Pablo le interesa que el carácter excepcional del líder sea evidente e irreprochable.

La otra posición de liderazgo para la cual Pablo da una lista de requisitos es la de diácono (1 Timoteo 3:8–13). El diácono también debe mostrar un carácter honorable, estar profundamente comprometido con la «fe», ser puestos a prueba y tener experiencia, y mantener una relación familiar saludable. Pablo no quiere que el liderazgo de la iglesia sea hallado culpable de ataques debilitantes sobre su carácter, y por eso insiste en que cada uno se cuide a sí mismo como es debido. La plenitud del Espíritu —que produce fruto y dones— es crucial para alcanzar estos objetivos.

Las funciones del liderazgo pastoral en la iglesia local

Las tareas de liderazgo pastoral en la iglesia local son numerosas y variadas. Este ensayo trata tres áreas esenciales del ministerio pastoral.

El ministerio de la Palabra

Ante la necesidad de que todas las viudas recibieran una distribución equitativa de alimento, el liderazgo de la iglesia en Jerusalén articuló su función primaria: «el ministerio de la palabra» (Hechos 6:2). El trabajo de capacitar a los santos para las obras de servicio (Efesios 4:12) incluye la predicación y la enseñanza de las verdades de la fe, para que estas se arraiguen en el corazón y la mente de la congregación. La predicación sana y la enseñanza saludable servirá para fomentar el conocimiento bíblico y teológico en la congregación. El esfuerzo de preparar sermones y lecciones incluye la implementación de todas las habilidades adquiridas a través del estudio y la aplicación diligente a la tarea de interpretar la Palabra de Dios. Cuando esos esfuerzos son acompañados de la oración y son ungidos por el Espíritu Santo, el pueblo está preparado para el servicio al cual fue llamado.

El cuidado pastoral

El uso de la imagen del pastor en relación con las funciones de liderazgo en la iglesia local enfatiza la necesidad del cuidado pastoral en la congregación (Hechos 20:28–31; 1 Pedro 5:2–3). Los miembros de la congregación tienen problemas y preocupaciones que requieren ayuda espiritual que el liderazgo de la iglesia local puede brindar. La consejería, la oración, el aliento, el desafío y la corrección, cuando sean necesarios, sirven para fortalecer la iglesia mientras esta crece para conformarse a la imagen de Cristo. El cuidado amoroso mostrado a los creyentes cuando atraviesan las dificultades de la vida marca la diferencia en mantener la fe y en que esta sea fortalecida. El liderazgo en la iglesia local debe incluir el cuidado pastoral de la congregación.

El liderazgo

Una función crucial del liderazgo en la iglesia local es determinar la dirección y los objetivos de la congregación. Esto incluye la tarea vital de la administración y, lo que es aun más importante, escuchar la voluntad de Dios para la iglesia y comunicarla con claridad a las personas. La administración ayuda a la iglesia a llegar al objetivo, pero el liderazgo anuncia el objetivo. El análisis de la situación, el potencial, las habilidades y los recursos disponibles, la necesidad de la comunidad, y las fortalezas de la iglesia son importantes, pero es fundamental escuchar a Dios. El liderazgo necesita pasar el tiempo requerido en la presencia del Señor para oír el latido de Su corazón respecto a la asamblea local, con el fin de declararlo a la gente.

Consideraciones para el liderazgo en la iglesia local

El liderazgo en la iglesia local enfrenta numerosos desafíos y preocupaciones, y no hay manera de abordar todo en este ensayo. Sin embargo, se considerarán los siguientes tres: la elección de pastores, las mujeres en el liderazgo y ministerio, y el equipo ministerial.

La elección de pastores

La conservación y continuidad de la dirección y los objetivos del ministerio en la iglesia local son fundamentales. Con demasiada frecuencia, los cambios en el liderazgo causan reorientación y pérdida del ímpetu. Por esa razón, es bueno para la iglesia local tener un plan para cuando haya un cambio de liderazgo. Hay numerosos modelos, y cada uno tiene sus valores. El liderazgo en la iglesia local debe analizar detenidamente su situación y potencial, y decidir el plan que llevará a la iglesia adelante hacia la voluntad continua de Dios. Es mejor considerar esto mucho antes de que se realice un cambio de liderazgo. Tal vez esperar a que suceda implique demasiado tiempo.

Es necesario obtener la participación y el acuerdo de la congregación en el proceso de elección de pastores. El uso de comités de búsqueda, encuestas o reuniones congregacionales, entrevistas privadas y públicas, y un esfuerzo determinado a estar abierto durante el proceso puede ser beneficioso. Otro posible escenario, en especial si el pastor actual siente de antemano que la voluntad de Dios implica un nuevo liderazgo pastoral, es seleccionar al sucesor y dar lugar a un tiempo de transición hasta el momento del cambio definitivo.

Las mujeres en el liderazgo y el ministerio

El liderazgo en la iglesia local está abierto a todos a quienes Dios llame, sin restricción de género. El reglamento de las Asambleas de Dios, Artículo VII, Sección 2, afirma que «las mujeres con un llamado divino y que cumplen con los requisitos pueden también servir a la iglesia en el ministerio de la Palabra», y «están cualificadas para servir en todos los niveles de los ministerios de la iglesia, y/o en el distrito y en el liderazgo del Concilio General». El llamado de Dios es lo que determina el derecho y privilegio de servir en la iglesia local. Él derrama Su Espíritu sobre toda carne, capacitando a cada persona para el ministerio en Su reino (Hechos 2:17–18, citando a Joel 2:28–29).2

El equipo ministerial

Un equipo ministerial, tanto de voluntarios como de miembros en nómina de sueldo, asignados a diversos ministerios y grupos en la congregación, se une a los líderes principales de la iglesia local para asumir roles de ministerio importantes. La constitución y los reglamentos de la asamblea determinan los procesos de selección, contratación y las directrices para la rendición de cuentas. La necesidad de la congregación, la oportunidad ministerial, o algún desafío o preocupación es lo que con más frecuencia define los ministerios específicos que llevan a cabo los miembros del equipo ministerial.

El equipo ministerial es un componente esencial del liderazgo pastoral de la iglesia local. El equipo debe representar la demografía de la congregación, debe ser diverso y estar totalmente comprometido con los objetivos de los dirigentes principales. Se debe sugerir a los integrantes que en lo posible procuren obtener credenciales ministeriales según corresponda a su rol. Las asignaciones ministeriales deben ser claras, los integrantes del equipo ministerial deber ser honrados como ministros entre la congregación, y no deben ser sometidos a despidos simplemente porque se ha producido un cambio entre los dirigentes principales.

El gobierno en la iglesia local

La estructura y organización en la iglesia del primer siglo eran elementales y evolutivas. El liderazgo apostólico se interesaba en la estructura organizacional solo cuando era necesaria para sostener y apoyar la obra del Espíritu. De esta misma observación surge un principio fundamental de gobierno. La estructura y organización nunca son fines en sí mismos, sino que proveen «sistemas» básicos mediante los cuales puede ser respaldada y fomentada la vida en el Espíritu en la iglesia. En esto, vemos flexibilidad y adaptabilidad. En otras palabras, todos los asuntos de gobierno en la iglesia del primer siglo provenían de la obra del Espíritu más que de un modelo revelado por Dios para ser impuesto sobre cada nueva generación.

Modelos del Nuevo Testamento

De acuerdo con los modelos del Antiguo Testamento, la iglesia del primer siglo continuó distinguiendo a aquellos nombrados como ancianos (presbyteros). Los ancianos estaban asociados con Santiago en la administración de la iglesia en Jerusalén (Hechos 11:30; 21:18). El rol de los ancianos se expresa más ampliamente en la vida de la iglesia, como se ve en Hechos 15:6, 23. El apóstol Pablo no menciona a ancianos en las primeras epístolas, posiblemente sugiriendo que la «forma» seguía a la «función», y que la estructura se establecía cuando había una necesidad. Sin embargo, Pablo nombró ancianos en cada una de las iglesias que él fundó (Hechos 14:23). El nombramiento de los roles de liderazgo tenía un propósito: mantener y sostener la obra del Espíritu Santo en la vida de la iglesia. Como se notó antes, los términos «anciano» (presbyteros) y «sobreveedor u obispo» (episkopos) se usan de manera intercambiable en Hechos 20:17, 28 y en Tito 1:5–9, y probablemente expresan el rol ministerial del pastor.

Tres modelos históricos de gobierno

Tres modelos básicos de gobierno de la iglesia han surgido en la historia de la iglesia: episcopal, presbiteriano y congregacional. Aunque ninguno de los tres se mantiene en su forma más pura, y teniendo cada uno características de los otros, no obstante, pueden distinguirse por sus rasgos específicos. En el modelo episcopal, la autoridad fluye desde lo más alto, y a los ministros principales se los puede llamar obispos, los presbíteros y diáconos sirven de manera subordinada. En el modelo presbiteriano, la autoridad se confiere a un grupo de líderes elegidos, a menudo identificados como ancianos gobernantes, quienes junto a los ancianos maestros supervisan el gobierno de la iglesia local. En el modelo congregacional, la autoridad máxima reside en los miembros de la iglesia. De nuevo, cada uno de estos tres modelos guarda ciertas similitudes con los otros. Los tres tienen aspectos de los otros: roles de supervisión, funciones de comité e influencia congregacional.

El modelo histórico de las Asambleas de Dios

Aunque están surgiendo nuevos modelos de gobierno, el modelo congregacional ha mantenido, casi en su totalidad,  su lugar de prominencia en las Asambleas de Dios. De acuerdo con este modelo, la congregación tiene la responsabilidad de brindar supervisión y dirección para la iglesia. Elige a su pastor principal y la junta oficial (conformada por los diáconos y/o los miembros del consejo administrativo). Aunque hay muchas variaciones del modelo descrito aquí, los asuntos fundamentales permanecen constantes.

Los asuntos que impactan a la iglesia se presentan en reuniones abiertas de la congregación para tratarlas y tomar decisiones. Los roles de liderazgo electos son considerados representativos de la toda la congregación y están sujetos a la iglesia local. La constitución y los estatutos de la asamblea determinan las líneas y los límites de autoridad tanto para la congregación como para el liderazgo elegido.

Modelos contemporáneos

Cada nueva generación trae consigo un compromiso renovado con la creatividad, innovación e inspiración. Si bien estas cualidades son admirables y deben ser alentadas, deben estar acompañadas de algunas medidas de seguridad y precaución. Por lo general, el péndulo oscila ampliamente y expone la necesidad crucial de encontrar el equilibrio. Por ejemplo, la impaciencia con el modelo de gobierno congregacional puede invitar a una consolidación de liderazgo que en última instancia carece del equilibrio necesario para asegurar la vitalidad y una sólida continuidad. Por otro lado, el deseo de un firme control de la congregación puede privar al liderazgo de la flexibilidad que necesita para gobernar con efectividad.

A continuación, se dan las medidas de seguridad y precauciones para fomentar el tipo de equilibrio saludable que proveerá lo mejor al gobierno de la iglesia local:

  1. Cualquier búsqueda de control sobre el cuerpo de Cristo que no esté equilibrada con un espíritu de humildad genuina impedirá el progreso de la iglesia local. Un espíritu de poder ilimitado es una violación del liderazgo de servicio.
  2. Los títulos de liderazgo descritos en la Escritura hablan más de la función del ministerio que de una posición personal. Los títulos están subordinados y son secundarios al trabajo que surge de un llamado genuino. La presencia o ausencia del título de «apóstol» o «profeta» no excluye la presencia de formas de ministerio «apostólico» o «profético».
  3. La iglesia necesita y debe alentar una actitud emprendedora y progresiva de liderazgo. Sin embargo, esas cualidades no deben darse a expensas del nivel más alto de integridad.
  4. La energía motivacional para el ministerio fructífero se encuentra en un compromiso desinteresado y sincero para edificar el reino de Dios. El territorialismo y el espíritu de celos impedirá y limitará la efectividad del ministerio y dificultará la obra de Dios en su esfuerzo por alcanzar a la comunidad. Buscar reconocimiento es contrario al liderazgo de servicio.
  5. Todo ministro necesita la disciplina de someterse voluntariamente a las autoridades que Dios ha puesto. El liderazgo seccional, distrital y nacional proveen la presencia indispensable de estabilidad y rendición de cuentas.

Modelos con múltiples locales

Algunas congregaciones están encontrando una manera de extender su ministerio mediante la apertura de más locales para que la gente se reúna para la adoración y el discipulado. En estos modelos con múltiples locales, que por cierto varían, el gobierno y la responsabilidad residen en la iglesia principal. A menudo cada sitio tiene un «pastor» que es parte del equipo ministerial de la iglesia central y que ha sido nombrado para servir en un lugar específico. Esa persona rinde cuentas a la iglesia principal y es responsable del cuidado pastoral y la dirección en ese sitio designado.

A menudo, el servicio de adoración del campus principal se transmite por video en cada sitio, así que hay una experiencia compartida de adoración y de enseñanza mediante el sermón. Este modelo, que es cada vez más popular, permite la extensión del ministerio y la rendición de cuentas de cada local.

Modelos del oficio de anciano

Entre los cambios de gobierno hay un «modelo del oficio de anciano» en el que se da gran autoridad a un grupo de ancianos, en vez de depositarla solo en la congregación. Las ventajas de este modelo, o una de sus muchas variaciones, es que provee más flexibilidad, alienta a un liderazgo de emprendimiento y cabe decir que es más consistente con una forma «apostólica» de liderazgo.

Entre las muchas variaciones del «modelo del oficio de anciano» se encontrará mayor o menor participación de la congregación, definiciones específicas de roles dentro del grupo de ancianos, y una gran variedad de sistemas de informes y rendición de cuentas. En este modelo de gobierno, hay un cambio claro de un gobierno congregacional a un gobierno designado o nombrado.

Algunos defensores del «modelo del oficio de ancianos» lo ven como más consecuente con los modelos de liderazgo observables en la iglesia del primer siglo. Argumentan en contra de un enfoque «democrático electoral» de gobierno y están a favor de un método de gobierno más «apostólico» o «guiado por el Espíritu». La evidencia del Nuevo Testamento, sin embargo, muestra tanto el nombramiento como «la elección» de liderazgo en la iglesia.

En Hechos 14:23, Pablo y Bernabé «nombraron ancianos» en las iglesias que fundaron. El apóstol Pablo declara que Tito fue «elegido por las iglesias para acompañarnos» (2 Corintios 8:19). La palabra griega que se utiliza en ambas instancias es cheirotoneo, que etimológicamente se traduce por «escogido, elegido a mano alzada». Tal práctica sugiere una estrategia participativa para la selección del liderazgo. La iglesia del primer siglo practicaba una diversidad de métodos por los cuales los líderes eran seleccionados para el ministerio y el servicio. Esto habla de una clase de estrategia fluida y flexible a las prácticas y modelos de gobierno en la iglesia del Nuevo Testamento. Esta observación resulta instructiva cuando la iglesia de hoy considera modelos y formas bíblicas en torno al gobierno de la iglesia.

La relación de la iglesia local con las Asambleas de Dios

La Constitución de las Asambleas de Dios, Artículo XI: Asambleas Locales, identifica cuatro tipos de iglesia local en su relación con las Asambleas de Dios. La Constitución provee una explicación detallada para cada uno; este ensayo resume ese material.

Asambleas Afiliadas al Concilio General

A las iglesias afiliadas al Concilio General se les da un Certificado de Afiliación del Concilio General de las Asambleas de Dios si aceptan las declaraciones de fe, adoptan una norma de afiliación, tiene una afiliación activa de no menos de veinte miembros, están incorporadas como organización, tienen suficientes miembros calificados para ocupar roles de liderazgo y tienen la capacidad para proveer para un pastor. La iglesia afiliada al Concilio General tiene el derecho de autogobernarse y está subordinada al Concilio General en asuntos de doctrina y política.

Asambleas Afiliadas al Concilio de Distrito

Las iglesias afiliadas al concilio del distrito todavía no cumplen los requisitos para estar afiliadas al Concilio General y están bajo la supervisión del distrito o la red de ministerio, según la constitución y los estatutos del distrito o la red.

Asambleas afiliadas a una iglesia matriz

Las iglesias hijas afiliadas están bajo la supervisión de una iglesia matriz, según la constitución y los estatutos de la iglesia matriz. La relación entre la iglesia matriz y la iglesia hija afiliada varía mucho. Por lo general, entran en el modelo de gobierno de múltiples locales mencionado antes. Las fronteras geográficas no limitan a las asambleas afiliadas a una iglesia matriz.

Asambleas Cooperadoras

Las asambleas cooperadoras son iglesias que están de acuerdo con la Declaración de las Verdades Fundamentales de las Asambleas de Dios, y entran en una categoría de cooperación con un distrito o una red. Estas iglesias no se han afiliado oficialmente al distrito o a la red, aunque pueden hacerlo cuando cumplan las expectativas del distrito o la red.

La relación de la iglesia local con el gobierno

La iglesia local debe ser consciente de las reglas que rigen a los grupos sin fin de lucro y seguirlas en el lugar donde estén. Cada iglesia local debe indagar acerca de la inscripción y los requisitos para los informes que se rinden a los gobiernos locales, estatales y federales, y debe implementar un proceso para el cumplimiento de estas exigencias. La presentación de la iglesia local siempre debe dar evidencia de compasión y compromiso con las necesidades de su comunidad, las cuales pueden ser mejoradas cuando la iglesia cumple con las normas locales. La única excepción sería en el caso de una situación extrema de un conflicto con leyes que limiten una clara enunciación del mensaje del evangelio.

Un aspecto esencial del cumplimiento de las expectativas legales es la personería jurídica. Algunas de las ventajas de una iglesia con personería jurídica son: (1) la iglesia es reconocida por el estado; (2) la iglesia puede poseer una propiedad y transferirla a nombre de la iglesia; (3) los miembros de la iglesia están protegidos de la responsabilidad personal por acciones de otros miembros; (4) la iglesia puede entrar en obligaciones contractuales o celebrar un acuerdo como sociedad; y (5) la iglesia tiene legitimación para entablar una demanda o para ser demandada por diversos asuntos.3 Los requisitos específicos pueden variar según cada estado, por lo tanto, se recomienda consultar con el juzgado local y las oficinas del estado. La personería jurídica añadirá otra capa de liderazgo local a la iglesia, es decir, la de administrador fiduciario. En la mayoría de los casos, los miembros de la junta oficial de la iglesia también pueden ser designados como administradores.4

Conclusion

El apóstol Pedro hace una declaración útil y desafiante que resume el tema del liderazgo y el gobierno en la Iglesia: «Cuiden como pastores el rebaño de Dios que está a su cargo, no por obligación ni por ambición de dinero, sino con afán de servir, como Dios quiere. No sean tiranos con los que están a su cuidado, sino sean ejemplos para el rebaño» (1 Pedro 5:2–3).

Las consecuencias de este retrato son profundas. El liderazgo espiritual, que consiste en cuidar a la congregación, así como el pastor cuida a las ovejas, se basa en la disposición a servir. Lamentablemente, algunos han buscado regir más que servir, aspirar a un título y prestigio en vez de emular los atributos de un siervo. El servicio debe marcar la actitud del líder y determinar la forma y la implementación del modelo de gobierno para la iglesia local.

La supervisión se define en términos de humildad y servicio en vez de nombramiento y reconocimiento. Cuesta más ser un verdadero líder que obtener una posición o un título. El modelo de gobierno, por tanto, debe enfatizar la humildad y el servicio en su estructura y perfil. La disposición en vez de la presión es el corazón del liderazgo auténtico. Cuando surge la presión y el control, el liderazgo que honra a Cristo sufre una distorsión.

La codicia no tiene lugar en el corazón de los líderes espirituales. El espíritu de codicia viola de manera radical aquello a lo cual Cristo llama a Sus siervos. El deseo de poder y control, que puede ser evidente en la estructura de gobierno, no debe ser la fuerza motriz con la cual se guía a la iglesia. El buen ejemplo es la clave para un liderazgo efectivo e impactante. 

Notas:

  1. Todas las citas bíblicas provienen de la Nueva Versión Internacional (NVI) (1999), a menos que se indique otra versión.
  2. Para una presentación más completa de la posición de las mujeres en el liderazgo y ministerio, véase el Informe de posición de las Asambleas de Dios, “The Role of Women in Ministry” (“El rol de las mujeres en el ministerio”), https://ag.org/Beliefs/Position-Papers/The-Role-of-Women-in-Ministry.
  3. John P. Joseph, “Church Incorporation: Right or Wrong?” (La personería jurídica de la iglesia: ¿Es una acción correcta o incorrecta?)  http://www.enrichmentjournal.ag.org/201002/201002_036.incorporating.cfm.
  4. Para una explicación más completa de la relación entre la iglesia local y el gobierno, véase Richard R. Hammar, Pastor, Church & Law (El pastor, la iglesia y la ley), Tercera Edición (Matthews, NC: Christian Ministry Resources, 2000); Richard R. Hammar, Church Governance: What Leaders Must Know to Conduct Legally Sound Church Business (El gobierno de la iglesia: Qué deben saber los líderes para conducir negocios sólidos y legales en la iglesia) (Carol Stream, IL: Christianity Today International, 2019); Richard R. Hammar, 2019 Church & Clergy Tax Guide (Guía para los impuestos de la iglesia y el clero) (Carol Stream, IL: Christianity Today, 2019).

Descargar: Liderazgo y gobierno en la iglesia local (PDF)